Su agenda: una enumeración de países y proyectos. Su eje central: la fotografía documental. Sus pasiones: los viajes y Latinoamérica. Su intención: la exposición de miradas diferentes. Su origen: español. Su nombre: Claudi Carreras.
Karen Amaya / Alejandra Sorto
¿Cómo surge su interés por la fotografía y, en específico, por la fotografía documental de Latinoamérica?
Yo trabajaba como fotógrafo de España y a mí me interesaba mucho contar diferentes realidades a través de la fotografía. La fotografía era como un salvoconducto, como un carné que me permitía entrar en las situaciones que, sin la fotografía, nunca hubiera podido acceder. Me apasionaba tener la cámara para conocer, para investigar, para profundizar mejor las cosas. Entonces llega un momento en el que empecé a trabajar en diferentes países y conocer el trabajo de diferentes fotógrafos y en cierta forma el poder ver los trabajos y contactar con las diferentes realidades me hace, poco a poco, profundizar en la región y conocer más de América desde la perspectiva de muchos de los fotógrafos que trabajan en ella.
Par mí, mi interés en América Latina es puro enamoramiento casi racional. Con 18 años visité por primera vez la región, fui a Argentina, y al conocer la gente, el paisaje, estoy volviendo cada año. Es que se unen las dos cosas: uno, la pasión por el viaje, por el conocer, por el descubrir nuevas cosas, profundizar en nuevos lenguajes; y lo otro, el amor incondicional por América Latina.
¿Qué lectura se hace de la fotografía latinoamericana en el resto de países como Europa o EEUU?
Es una fotografía donde se nota que hay una tradición muy importante, pero al mismo tiempo está muy cargada de estereotipos. En Europa ven la fotografía latinoamericana como una fotografía muy cargada de sincretismo, de magia. Una fotografía muy religiosa, con muchas procesiones, con muchas comunidades indígenas, con muchas animales. Como muy sincrético, no muy natural, se busca mucho el exotismo.
A mí me interesa mucho la otra parte de la fotografía latinoamericana. La que muestra la cotidianeidad, que muestra realidades tal como son. La que muestra otro prisma de la realidad que no siempre es el del indígena con la pluma en la cabeza y esa mirada como más folclórica. Pero siento que todavía en Europa y EEUU estamos con esa cuestión mágica y religiosa. Es casi como una extensión de García Márquez a lo fotográfico, como ese mundo exótico y extraño que el europeo no puede comprender.
¿Qué deficiencias encontró en la fotografía latinoamericana cuando usted llega a la región?
Pues hay que aclarar primero que no es exclusivo de América Latina, pues yo daba clases en Barcelona y el problema sigue siendo el mismo: se hace mucha fotografía, pues la herramienta es muy fácil, pero muchas veces tomamos la foto sin pensar. No es un problema de América Latina, ni mucho menos, es que hay muy buenos fotógrafos que piensan lo que hacen y hay fotógrafos que más o menos salen con la cámara a capturar la realidad sin que haya un filtro de eso, ni un planteamiento. Y bueno, es un proceso de formación, pero no es exclusivo de ningún país. Es un proceso largo de aprendizaje, de culturización visual. Debemos aprender que la fotografía es una herramienta y tenemos que aprender cómo utilizarla.
¿A partir de qué se crea el Laberinto de Miradas?
Se crea a partir de un viaje de tres años por toda América Latina contactando con fotógrafos documentalistas. Durante este tiempo tengo la posibilidad de conocer y entrar en contacto personal, de entrevistar, a más de 500 fotógrafos de la región y empezamos a ver cuáles son los nexos que se establecen entre los diferentes países, las temáticas que se fotografían y las formas de retratarlas.
¿Cómo se eligen las tres temáticas que dirigen el Laberinto de Miradas?
Estuvimos discutiendo mucho sobre cómo hacer las exposiciones y finalmente decidimos abordarla en tres temas. Dichos temas aglutinan gran parte de las problemáticas que se denuncian y fotografían en la región. El primero, es el tema de la identidad. La primera exposición lleva por nombre Identidades y Fronteras y aborda el concepto de qué somos en Iberoamérica, cómo vivimos y cómo nos planteamos. Este concepto de cómo somos como iberoamericanos choca de frente con las fronteras y la forma de eliminar el flujo de la gente en diferentes países. Entonces, es una investigación en torno a cómo se levantan las fronteras cada vez más altas, en un entorno cada vez más globalizado y, en el caso de Iberoamérica con más razón, pues es un entorno donde tenemos lazos comunes que nos unifican mucho y con obviamente muchísimas diferencias.
Luego el segundo eje del laberinto es Fricciones y Conflictos. Su fin de alguna forma es entre poner en evidencia una de las cosas que están trabajando más los fotógrafos hoy en día que es el tema de la violencia. Entonces, como es un tema que no se puede frivolizar, ni tomar de forma aislada, sino que tiene que ver con la memoria, con el pasado, con el presente, con el futuro, de alguna forma, es una reflexión de todas las manifestaciones de la violencia.
Y el último, que si bien no es temático me pareció interesante por su forma de aproximación a la fotografía, son los Colectivos de foto en Iberoamérica. Porque creo que desde esos colectivos están surgiendo plataformas muy interesantes.
¿Por qué era necesario colocar las dos propuestas de construcción de la fotografía documental: la tendencia más conceptual y aquella más testimonial?
Precisamente en Laberinto la novedad que aporta es que no hay división entre estas dos lecturas. Están juntos los discursos testimoniales con los discursos más conceptuales. Lo que ha intentado Laberinto de Miradas es presentar diferentes miradas, diferentes prismas de una determinada realidad vista desde diferentes perspectivas. De una formas más narrativa, más descriptiva, más documental tradicional y de una forma más artística, más plástica, más conceptual. Pero en laberinto combinan, están juntas.
Pero, ¿por qué era importante mostrar los dos ámbitos?
Porque hay autores que están trabajando en los dos sentidos y lo que se hace normalmente es considerar la fotografía documental solo desde uno de los determinados prismas, desde la fotografía testimonial y los documentalistas no valoran a los fotógrafos más conceptuales. Yo creo que lo interesante es ver las diferentes miradas y presentar diferentes posibilidades de interpretación de una misma realidad. Por eso están las dos juntas.
¿Qué reacciones ha obtenido de la audiencia y de los fotógrafos que observan la exposición?
Son muy variadas. Es una exposición que ha funcionado muy bien y que narrativamente ha generado mucho interés y muchísimo público. Hay cientos de miles de personas que han visto la exposición, en diferentes países algunos la vieron completa, otros una parte. Ahora que están viajando las tres juntas, a lo mejor al unirlas, se genera cierta confusión porque son muchas temáticas, son muy diferentes las historias unas de otras y a lo mejor funcionan de una forma diferente a cuando se presentan por separado.
Yo creo que es más interesante la lectura de Laberinto como un proyecto donde se vean las tres exposiciones por separado y se entienda el proyecto en su dimensión, que el ver la exposición junta que a lo mejor genera más confusión. Ha habido críticas muy buenas, malas, gente que le ha gustado muchísimo la idea de fusionar los dos proyectos y que se vea la fotografía documental con la testimonial, hay gente que no. Es una apuesta y como toda apuesta pues hay gente que la entiende y gente que no, pero yo creo que el balance es muy positivo.
Ahora, en referencia a los medios de comunicación de la región ¿Cómo valoraría usted las fotografías dentro de los periódicos, por ejemplo?
Te voy a confesar que en el caso de El Salvador, no lo conozco con profundidad como para valorarlo. Pero creo, que se ha vuelto un trabajo más cómodo y cada vez las apuestas son menos arriesgadas. Pues, para no arriesgar con el medio, para no arriesgar con el editor, no arriesga el fotógrafo, y entonces se convierte, en un lenguaje muy plano y muy poco interesante.
¿Por qué considera importante realizar talleres de formación para editores y fotógrafos, como el que acaba de impartir acá en El Salvador?
Yo creo que es fundamental, porque los editores se quejan que los fotógrafos no hacen buenas fotos y los fotógrafos se quejan que los editores nunca les publican bien sus fotos. Entonces, ante esa disyuntiva, creo que la iniciativa que ha tenido el festival, El faro, apoyado por la gente de Photocafé y el Centro de la Fotografía, creo que es fundamental. Pues, de alguna forma es conciliar esas dos posturas, ponerlos a trabajar juntos y poder analizar por qué un trabajo funciona y por qué otro no funciona.
Yo estoy seguro que si bien éstos han sido unos talleres duros porque hemos criticado abiertamente muchos proyectos, creo que han sido fundamentales porque de alguna forma se ha abordado con sinceridad el planteamiento fotográfico, más allá de las individualidades que siempre existen.
¿Cuáles son los proyectos en los cuales trabaja ahora?
He estado como loco en varios proyectos. Tengo un proyecto en Estados Unidos sobre los fotógrafos iberoamericanos en Estados Unidos. Ya hemos hecho exposiciones sobre migraciones, sobre los problemas, y ahora quiero un poco, apoyar en la ruptura de los paradigmas tradicionales y presentar una mirada distinta y un poco en positivo de lo que ha implicado la migración latina en Estados Unidos, de cómo ver en positivo ciertas realidades y ciertas cosas.
Otro de los proyectos se enfoca en Centroamérica y se llama “Transnacionales”. Es un proyecto que pretende dar una dimensión de lo bueno del intercambio, del flujo y no ver solo la parte pobre y de los problemas de los migrantes, sino ver la parte positiva de ese intercambio que estamos viviendo y que está siendo apasionante.
Por último, ¿cuál es la importancia de la fotografía documental como retrato de la realidad?
Es un registro de qué es lo que nos está pasando y cómo podemos entendernos. Una forma de dejar documentos a futuro para las generaciones que nos siguen, es fundamental. Siempre la fotografía documental va a ser un punto de vista parcial de un fotógrafo, de un medio, de un redactor, de un editor; pero, siempre va a aportar en su contexto unos documentos absolutamente imprescindibles para entender nuestro presente, nuestro pasado y nuestro futuro.
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