Four Corner

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lunes, 23 de mayo de 2011

“Mi interés en América Latina es puro enamoramiento”

Su agenda: una enumeración de países y proyectos. Su eje central: la fotografía documental. Sus pasiones: los viajes y Latinoamérica.  Su intención: la exposición de miradas diferentes. Su origen: español. Su nombre: Claudi Carreras. 

Karen Amaya / Alejandra Sorto

¿Cómo surge su interés por la fotografía y, en específico, por la fotografía documental de Latinoamérica?

Yo trabajaba como fotógrafo de España y a mí me interesaba mucho contar diferentes realidades a través de la fotografía. La fotografía era como un salvoconducto, como un carné que me permitía entrar en las situaciones que, sin la fotografía, nunca hubiera podido acceder.  Me apasionaba tener la cámara para conocer, para investigar, para profundizar mejor las cosas.  Entonces llega un momento en el que empecé a trabajar en diferentes países y conocer el trabajo de diferentes fotógrafos y en cierta forma el poder ver los trabajos y contactar con las diferentes realidades me hace, poco a poco, profundizar en la región y conocer más de América desde la perspectiva de muchos de los fotógrafos que trabajan en ella.

Par mí, mi interés en América Latina es puro enamoramiento casi racional. Con 18 años visité por primera vez la región,  fui a Argentina, y al conocer la gente, el paisaje, estoy volviendo cada año. Es que se unen las dos cosas: uno,  la pasión por el viaje,  por el conocer,  por el descubrir nuevas cosas, profundizar en nuevos lenguajes; y lo otro, el amor incondicional por América Latina. 

¿Qué lectura se hace de la fotografía latinoamericana en el resto de países como Europa o EEUU?

Es una fotografía donde se nota  que hay una tradición muy importante, pero al mismo tiempo está muy cargada de estereotipos. En Europa ven la fotografía latinoamericana como una fotografía muy cargada de sincretismo, de magia. Una fotografía muy religiosa, con muchas procesiones, con muchas comunidades indígenas, con muchas animales. Como muy sincrético, no muy natural, se busca mucho el exotismo.

A mí me interesa mucho la otra parte de la fotografía latinoamericana. La que muestra la cotidianeidad, que muestra realidades tal como son. La que muestra otro prisma de la realidad que no siempre es el del indígena con la pluma en la cabeza y esa mirada como más folclórica. Pero siento que todavía  en Europa y EEUU estamos con esa cuestión mágica y religiosa. Es casi como una extensión de García Márquez a lo fotográfico, como ese mundo exótico y extraño que el europeo  no puede comprender.

¿Qué deficiencias encontró en la fotografía latinoamericana cuando usted llega a la región?

Pues hay que aclarar primero que no es exclusivo de América Latina, pues yo daba clases en Barcelona y el problema sigue siendo el mismo: se hace mucha fotografía, pues la herramienta es muy fácil, pero muchas veces tomamos la foto sin pensar. No es un problema de América Latina, ni mucho menos,  es que hay muy buenos fotógrafos que piensan lo que hacen y hay fotógrafos que más o menos salen con la cámara a capturar la realidad sin que haya un filtro de eso, ni un planteamiento. Y  bueno,  es un proceso de formación, pero no es exclusivo de ningún país. Es un proceso largo de aprendizaje,  de culturización visual.  Debemos aprender que la fotografía es una herramienta y tenemos que aprender cómo utilizarla. 

¿A partir de qué se crea el Laberinto de Miradas?

Se crea a partir de un viaje de tres años por toda América Latina contactando con fotógrafos documentalistas. Durante este tiempo tengo la posibilidad de conocer y entrar en contacto personal, de entrevistar,  a más de 500 fotógrafos de la región y empezamos a ver cuáles son los nexos que se establecen entre los diferentes países, las temáticas que se fotografían y las formas de retratarlas. 

¿Cómo se eligen las tres temáticas que dirigen el Laberinto de Miradas?

Estuvimos discutiendo mucho sobre cómo hacer las exposiciones y finalmente decidimos abordarla en  tres temas. Dichos temas aglutinan gran parte de las problemáticas que se denuncian y fotografían en la región. El primero, es el tema de la identidad. La primera exposición lleva por nombre Identidades y Fronteras y aborda el concepto de qué somos en Iberoamérica, cómo vivimos y cómo nos planteamos. Este concepto de cómo somos como iberoamericanos choca de frente con las fronteras y la forma de eliminar el flujo de la gente en diferentes países. Entonces, es una investigación en torno a cómo se levantan las fronteras cada vez más altas, en un entorno cada vez más globalizado y, en el caso de Iberoamérica con más razón, pues es un entorno donde tenemos lazos comunes que nos unifican mucho y con obviamente muchísimas diferencias.

Luego el segundo eje del laberinto es Fricciones y Conflictos.  Su fin de alguna forma es entre poner en evidencia una de las cosas que están trabajando más los fotógrafos hoy en día que es el tema de la violencia. Entonces, como es un tema que no se puede frivolizar, ni tomar de forma aislada, sino que tiene que ver con la memoria, con el pasado, con el presente, con el futuro, de alguna forma, es una reflexión de todas las manifestaciones de la violencia.

Y el último, que si bien no es temático me pareció interesante por su forma de aproximación a la fotografía, son los Colectivos de foto en Iberoamérica. Porque creo que desde esos colectivos están surgiendo plataformas muy interesantes.

¿Por qué era necesario colocar las dos propuestas de construcción de la fotografía documental: la tendencia más conceptual y aquella más testimonial?

Precisamente en Laberinto la novedad que aporta es que no hay división entre estas dos lecturas. Están juntos los discursos testimoniales con los discursos más conceptuales. Lo que  ha intentado Laberinto de Miradas es presentar diferentes miradas, diferentes prismas de una determinada realidad vista desde diferentes perspectivas. De una formas más narrativa, más descriptiva, más documental tradicional y de una forma más artística, más plástica, más conceptual. Pero en laberinto combinan, están juntas.

Pero, ¿por qué era importante mostrar los dos ámbitos?

Porque hay autores que están trabajando en los dos sentidos y lo que se hace normalmente es considerar la fotografía documental solo desde uno de los determinados prismas, desde la fotografía testimonial y los documentalistas no valoran a los fotógrafos más conceptuales. Yo creo que lo interesante es ver las diferentes miradas y presentar diferentes posibilidades de interpretación de una misma realidad. Por eso están las dos juntas.

¿Qué reacciones  ha obtenido de la audiencia y de los fotógrafos que observan la exposición?

Son muy variadas. Es una exposición que ha funcionado muy bien y que narrativamente  ha generado mucho interés y muchísimo público. Hay cientos de miles de personas que han visto la exposición, en diferentes países algunos la vieron completa, otros una parte. Ahora que están viajando las tres juntas, a lo mejor al unirlas, se genera cierta confusión porque son muchas temáticas,  son muy diferentes las historias unas de otras  y a lo mejor funcionan de una forma diferente a cuando se presentan por separado. 

Yo creo que es más interesante la lectura de Laberinto como un proyecto donde se vean las tres exposiciones por separado y se entienda el proyecto en su dimensión, que el ver la exposición junta que a lo mejor genera más confusión. Ha habido críticas muy buenas, malas, gente que le ha gustado muchísimo la idea de fusionar los dos proyectos y que se vea la fotografía documental con la testimonial, hay gente que no. Es una apuesta y como toda apuesta pues hay gente que la entiende y gente que no, pero yo creo que el balance es muy positivo.

Ahora, en referencia a los medios de comunicación de la región ¿Cómo valoraría usted las fotografías dentro de los periódicos, por ejemplo?

Te voy a confesar que en el caso de El Salvador, no lo conozco con profundidad como para valorarlo.  Pero creo, que se ha vuelto un trabajo más cómodo y cada vez las apuestas son menos arriesgadas. Pues, para no arriesgar con el medio, para no arriesgar con el editor, no arriesga el fotógrafo, y entonces se convierte, en un lenguaje muy plano y muy poco interesante. 

¿Por qué considera importante realizar talleres de formación para editores y fotógrafos, como el que acaba de impartir acá en El Salvador?

Yo creo que es fundamental, porque los editores se quejan que los fotógrafos no hacen buenas fotos y los fotógrafos se quejan que los editores nunca les publican bien sus fotos. Entonces, ante esa disyuntiva,  creo que la iniciativa que ha tenido el festival, El faro, apoyado por la gente de Photocafé y el Centro de la Fotografía, creo que es fundamental. Pues, de alguna forma es conciliar esas dos posturas, ponerlos a trabajar juntos y poder analizar por qué un trabajo funciona y por qué otro no funciona.  

Yo estoy seguro que si bien éstos han sido unos talleres duros porque hemos criticado abiertamente muchos proyectos, creo que han sido fundamentales porque de alguna forma se ha abordado con sinceridad el planteamiento fotográfico, más allá de las individualidades que siempre existen.

¿Cuáles son los proyectos en los cuales trabaja ahora?

He estado como loco en varios proyectos. Tengo un proyecto en Estados Unidos sobre los fotógrafos iberoamericanos en Estados Unidos. Ya hemos hecho exposiciones sobre migraciones, sobre los problemas, y ahora quiero un poco, apoyar  en la ruptura de los paradigmas tradicionales y presentar una mirada distinta y un poco en positivo de lo que ha  implicado la migración  latina en Estados Unidos, de cómo ver en positivo ciertas realidades y ciertas cosas. 

Otro de los proyectos se enfoca en  Centroamérica  y se llama “Transnacionales”. Es un proyecto que pretende dar una dimensión de lo bueno del intercambio, del flujo y no ver solo la parte pobre y de los problemas de los migrantes, sino ver la parte positiva de ese intercambio que estamos viviendo y que está siendo apasionante.

Por último, ¿cuál es la importancia de la fotografía documental como retrato de la realidad?

Es un registro de qué es lo que nos está pasando y cómo podemos entendernos. Una forma de dejar documentos a futuro para las generaciones que nos siguen, es fundamental. Siempre la fotografía documental va a ser un punto de vista parcial de un fotógrafo, de un medio, de un redactor, de un editor; pero, siempre va a aportar en su contexto unos documentos absolutamente imprescindibles para entender nuestro presente, nuestro pasado y nuestro futuro.



“Ver esas 600 almas celebrando de pie su propia historia, es muy conmovedor”


Se sienta a la mesa con la tranquilidad de quien sabe que contar historias es lo que quiere hacer el resto de su vida. Pareciese que su vicio es escuchar hablar a los demás, y con la ayuda de una mirada tranquila, pero curiosa, logra desprender anécdotas de una manera, casi, inexplicable Más que ser entrevistado, prefiere platicar. La firmeza de sus respuestas deja a entrever la experiencia que solo la vida puede dar.
Un mexicano que ha encontrado en Monseñor Romero una imagen que encierra dentro de sí tantas vidas y tantas historias de un pequeñito país llamado El Salvador, se sienta ahora a relatar lo que conllevó a realizar “El Cielo Abierto”, un documental dedicado a mostrar un rostro distinto de ese hombre cuyo mensaje trasciende fronteras.

Alejandra Sorto/ Karen Amaya


¿Cuál es la importancia y las implicaciones de hablar de Monseñor  Romero?

Everardo González, cineasta mexicano
La importancia es recordar su voz permanentemente. La voz de Monseñor Romero es una voz vigente. Si nosotros vemos la realidad Latinoamericana el día de hoy veremos que su voz sigue teniendo eco. Parece que somos amnésicos como sociedades. La  voz de Monseñor Romero  habla de la realidad mexicana, guatemalteca, hondureña, salvadoreña, nicaragüense. Su voz es vigente porque como sociedades seguimos maltratándonos. 

Las implicaciones de hablar de Monseñor  dependerán de la cantidad de ojos que miren la película y de oídos que vuelvan a escuchar su mensaje. Yo esperaría que implique una recuperación de memoria,  que la película quede como una crónica de un tiempo para el futuro y con eso tiene muchas implicaciones. 

Para mí llegar aquí es un honor, un orgullo  y me llena de miedo también y angustia, pues poco a poco yo he ido dimensionado lo que implica Mons. Romero en El Salvador. En México no tenemos una figura similar yo creo que en América no hay una figura tan relevante para un pueblo como la de Romero. Yo lo que espero es que la gente vea una película honesta y respetuosa, porque finalmente es lo que pretende ser.

¿Cómo surge la idea del documental y a qué dificultades se enfrentó?

La película surge primero como una invitación por parte de la Universidad de Notre Dame, en Indianápolis, para hacer una película que le rinda homenaje a Monseñor Romero.  Querían que fuera proyectada en Marzo del año pasado cuando se cumplían los 30 años de su asesinato.  Pero ese fue el inicio del proyecto, fue un año, hasta que comenzamos a discrepar sobre la interpretación que veíamos de su relevancia. Ellos querían una película muy distinta a la que yo estaba produciendo y dirigiendo. No nos entendimos,  yo perdí la película y un año me dedique a recuperarla, a recuperar los derechos de proyección que hoy se llama El Cielo Abierto y se ha proyectado acá en El Salvador.

Después  de esto creo que las puertas se abrieron de una manera más sencilla,  las puertas estaban un poco más cerradas cuando ellos eran los productores de la película. De una vez fue como que todos nos liberamos, me liberé yo y se liberó la película de ese lastre que veníamos cargando, que no podíamos decir nada. Era muy complicado.

¿Por qué continuar el proyecto?

El compromiso con la gente. Creo que yo tranquilamente hubiera podido decir - cuando a mí me quitaron la película-  que ya mi trabajo se había terminado. El problema es cuando uno cae en cuenta que todos aquellos que prestan su historia a una película, son los verdaderos interesantes, uno solamente es el medio para que se le dé sentido a su historia. 

Uno se va comprometiendo con ellos de lo que quiere hacer. Cuando yo me di cuenta que ya no estaba en mis manos cumplir o no con lo que yo me había comprometido me sentí muy mal. Como traicionando una propuesta y una promesa que les había hecho a ellos, por eso la peleé un año.

 Más allá de eso, creo que la interpretación que hago yo de Monseñor ,no fue a partir de la lectura de lo que me contaban otros, sino de lo que yo vi en El Salvador, de lo que yo sentí en El Salvador. Entonces, creí necesario que se terminará, es un acto de congruencia, no se puede hacer una película sobre la libertad  estando sometido todos los días por los dineros.  

¿En qué radica la importancia de la documentación, los archivos a los que usted tuvo acceso y cómo fue el proceso para obtener esta información?

El trabajo que yo hago hace un homenaje a todos aquellos que se han encargado de registrar todos esos momentos importantes. Películas como El Cielo Abierto, que se sirven mucho de materiales de archivos, son una manera  también de darle un nuevo sentido a todo este material  que mucha gente filmó sin que tuvieran el destino que ellos querían darle.  Me parece que lo que hace, por ejemplo, la Oficina por la Canonización de Monseñor Romero,  Imágenes Libres, el Museo de la Palabra  y la Imagen y  lo que hacen pequeñas iniciativas,  es muy valioso. Es necesario que haya una cultura de la preservación de la memoria. Sin la memoria no hay una identidad y sin la memoria estamos condenados a repetir lo mismo y sobre todo estamos condenados a olvidar. 

Creo que es importante que se vincule todas estas iniciativas de preservación de imágenes con el resto que han estado trabajando, como la biblioteca de México, pues lo más bonito de estos archivos es que le pertenecen a los pueblos. Son patrimonio universal.  Sin el trabajo de ellos esta película no existiría. No habría manera de tener acceso. Estaría perdido todo, por ello es tan valioso el trabajo que hacen.

¿Por qué es importante esta recuperación de la memoria histórica en países como El Salvador?

Te diría en El Salvador y en México. Si vemos el presente de nuestros países, que vuelven a tener el fantasma de la militarización, es importante ver estos materiales para recordar. Ver que sacar el ejército a las calles, por ejemplo, no es tan simple, es complicado. Si uno no recuerda voces que creen que la violencia puede evitarse, la violencia va a seguir desbordada. Países con cambios lentos, como México y El Salvador necesitan necesariamente estar recordando estas historias. El problema es que lo que se mira, aunque se recuerda se repite. Solo son personajes distintos en escenarios distintos. 

Dependería, también de quién ve las películas, porque es muy curioso que la gente de poder no ve estas películas, ellos prefieren ver “Rápido y Furioso” para olvidarse de las cosas que derivan de El Cielo Abierto o La Vida Loca, por ejemplo. 

Por eso están tan bien estas iniciativas que van haciendo que los públicos crezcan, que los públicos no estemos solo metidos a lo que las transnacionales quieren que veamos. Es tan importante la cultura en nuestros pueblos. Creo que todo conocemos algún caso donde un ser humano cambió su vida a través de la cultura, gente que pudo estar en las maras o en los cárteles en México, gente que encontró sentido a su vida a través de la cultura.

¿A partir de qué criterios eligió los personajes de la película y los testimonios que marcan el hilo conductor?

Todos tenían que ver con un proceso de transformación profunda como el que tuvo Monseñor Romero. De alguna manera todos ellos son ecos de Monseñor y Monseñor es un eco de ellos. Son personajes dialecticos. Yo quería comenzar con personajes que hubieran empezado en algún punto de la historia y que hayan terminado en un lado opuesto.  Gente como doña Julia, estas mujeres  valientes que estuvieron en un momento convulso de la historia y son mujeres que tuvieron una formación muy tradicional, muy conservadora; campesinas que tenían que servir a los hijos y al marido,  y que en un momento se convirtieron en activistas, en delegadas de la palabra y perseguidas, pero que las condiciones que tenían les daban una solidez con la que sobrevivieron. 

Sacerdotes que tuvieron que cuestionarse si tomar las armas o mantener los hábitos, personajes que se cuestionaron el hecho de quitarle la vida a otro o no, que en voz de religiosos, de catequistas, de religiosas, es un conflicto que crece. 

Mi interpretación son los dilemas morales por los que el propio Monseñor transitó. Porque Monseñor era un hombre de carne y hueso como yo planteó en esta película. Un hombre que tenía que manejar para llegar a un lugar, no llegaba flotando (ríe). Era un hombre que tuvo conflictos morales. Que de alguna manera son los mismos tipos de conflictos morales que tuvieron el resto de personajes.

¿Cómo describiría la faceta de Monseñor Romero que mostró en el documental?

Describiría que fue un hombre compasivo. Un hombre que en medio de una situación de hiper violencia seguía creyendo en la bondad del ser humano. Un hombre que creyó en la bondad de ser humano hasta que fue asesinado. Creía que el hombre podía cambiar para bien. Y por eso creo que su vos sigue teniendo sentido el día de hoy. Hay que seguir creyendo en la bondad del ser humano pese a lo terrible que nos enseña la humanidad.

¿Bajo qué recursos narrativos se desglosa El Cielo Abierto?

La película es una misa de Réquiem por Mons. Romero.  Está construida con base en la estructura de la Misa de Réquiem católica, y habla de estos conceptos cristianos que siguen  siendo dramáticos: el sacrificio, la ira, el perdón. Son conceptos por los que todos hemos transitado.  Esto ayudó a que la película progresara narrativamente, por eso incluso termina con la posibilidad de la reconciliación, que es cuando se pide por las almas para que transiten a un mejor mundo. 

¿Por qué este recurso?

Porque me hacía sentido, porque fui entendiendo poco a poco el vínculo  con lo religioso que tuvo todo el movimiento armado en El Salvador, las causas que motivaron a la gente a tomar decisiones.  Y porque de alguna  manera creo que detrás de la fortaleza de un hombre como Mons. Romero, que sabe que va a ser asesinado y no claudica y sabe que va a enfrentar su destino, tiene un  trasfondo religioso muy fuerte, místico. Era coherente hacer una estructura de misa de Réquiem., me ayudaba a mí para hablar de esos mismos procesos por los que el ser humano transita.

¿Qué  significó  presentar el documental ante un público salvadoreño, y las reacciones obtenidas surgidas a partir de él?

Yo ayer tuve la proyección más importante de mi vida, en trece años de oficio. Yo hice una película como extranjero, es la primera vez que hago una película como extranjero, en donde tuve que estar en una realidad que no es la mía, aunque compartamos muchas cosas -pues yo no digo “cabal” (ríe), en México no hay pupusas-  pero sobre todo en México no hay un Mons. Romero.   

Los riesgos de interpretar siempre son amplios y además la manera en la que yo construyo las películas,  que es muchas veces subordinando algunas  cosas en función del drama. Soy cineasta, no soy activista, ni antropólogo, ni historiador. Mi cabeza inevitablemente está pensando en estructuras dramáticas, narrativas, entonces eso de repente me otorga mucha libertad para construir, a partir de lo real. 

Yo diría que la proyección de ayer para mí era una especie de legitimación, además por el  proceso del proyecto mismo en el que tuve que pelear por tres años para poderlo terminar como creía debía ser. Ayer se cerraron muchos ciclos de mi vida. Era muy importante para mí llegar a El Salvador. Yo la había hecho para El Salvador, y para Nicaragua y para Guatemala y todos aquellos que comparten una historia y saben de lo  está hablando esa película. No traerla aquí era como un mal sabor de boca, como no llegar a ningún puerto y estar siempre con la idea de una vida trunca. Ayer era como un examen de admisión.

Yo estaba muy nervioso. Es de las proyecciones en donde más inseguro me he sentido. Y de repente ver 600 almas en un teatro, muchos de ellos que nunca habían pisado el Teatro Nacional. Ver campesinos, policías, activistas. Yo hago películas, ellos vivieron esa historia, estaban viendo su historia en la pantalla. Y ver esas 600 almas celebrando de pie su propia historia, es muy conmovedor.

Ver cuánta fortaleza cabe en un metro cuarenta y tantos, que es Doña Julia Vásquez (protagonista), y que ella haya tomado la decisión de subir al escenario y hablar por muchos de ellos, escuchar que suba a agradecer que fueron escuchados, a mí me hace sentir que todo lo que hago tiene sentido.  Ayer fue cerrar y abrir ciclos muy importantes en mi vida.

Tengo una proyección muy importante en Aguilares, y eso hay que buscar, que la película se vea por todos los cantones salvadoreños. No es el interés comercial lo que me motiva a hacer estas cosas, si así fuera, estaría haciendo películas con actores que ofrecen un cartel para la pantalla.


De acuerdo a la experiencia en la realización de “El Cielo Abierto” ¿cómo describiría a El Salvador actual, en comparación a aquel en el que vivió Mons. Romero?

Definitivamente yo veo a un El Salvador más libre. Eso sería indiscutible. Pero por otro lado también veo a un país más somnoliento, un poco más dormido de lo que estaba entonces. Están llegando a la cifra de muertos  que tuvieron durante la guerra civil, poro a poco. Pero El Salvador vive una guerra como la que vive  México, en dónde no es la ideología lo que pesa, simplemente es el dinero de muchos otros. 

Yo creo que es importante la transición que está dando el FMLN en el poder. Seguramente será la puerta para un futuro distinto en El Salvador. Pero yo veo un El Salvador como veo en México, con esta idea falsa de bienestar. Mientras nos ofrezcan estos espacios (centros comerciales) nosotros como sociedad pensamos que las cosas están bien. Y si uno escarba bien, nos damos cuenta que estamos jodidos también, que estamos mal. 

Es importante recordar a estar personas que se organizaron, que lucharon por tener una opinión, independientemente de si su lucha haya sido justa o no, pero que se vieron los rostros para ponerse de acuerdo en algo. Hoy el mundo no nos permite eso, entonces El Salvador está metido en el mismo paquete, estamos dormidos como sociedades. 

Hay más libertad, sí hay posibilidades democráticas, pero cada vez la democracia nos va enseñando que esa no es la opción, lo malo que es no sabemos cuál esta, está rebasada. Veo un El Salvador con más consumo, más posibilidades de consumo, pero con los mismos problemas o muy similares que llevaron al derramamiento de sangre. Yo creo que es justo honrar a todos aquellos cambiando la mentalidad de alguna manera.

Su documental abordaba en gran medida el bombardeo mediático en el que se vio inmerso Mons. Romero. ¿Qué rol piensa que jugaron los medios entonces y juegan ahora en la construcción de su imagen?

Siempre ha sido parte de la complejidad de Mons. Romero. Todo mundo quiere subirse en su imagen. En aquellos momentos justificaba muchas violaciones a los derechos humanos atacarlo, porque había gente a la que le hacía sentido.  Lo que pasa es que hay que entender que todo es en plena guerra fría, no es el presente, la guerra fría era un período distinto. Van cambiando los personajes, en vez del comunismo hoy nos toca el terrorismo. Estados Unidos siempre va a tener una sombra que pelear. Monseñor en algún momento se convirtió en la posibilidad de otorgarle a los medios un monstruo, par que muchos justificaran las violencia, cuando él era todo lo contrario.

En los medios hoy, lo quieren usar para fines políticos.  Hasta Barack Obama vino a usarlo como trampolín político. El propio Ratzinger tiene oportunidad de hacer de Mons. Romero una plataforma política. Esa es la trascendencia de la figura de Romero, provoca muchas pasiones. Igual que entonces sigue usado hoy de otra manera. 

La verdad es que para mí sería muy difícil decirlo, yo no soy salvadoreño, yo no pertenezco al mundo en donde la figura de Monseñor es permanente. Parte de  la realidad por la que yo hice esta película es porque yo creo que  siempre he creído necesario que su imagen sea conocida en México también, la importancia de su mensaje. 

Sí me sorprende ver a Barack Obama en la cripta y dice uno “bueno, aquí hay algo encerrado” (ríe). El propio presidente salvadoreño fue a agradecer a Monseñor cuando ganó el FMLN. Nunca va a estar disociado de lo político Mons. Romero, no puede vivir separado de eso.


¿Quién es Monseñor Romero para usted?

Es la voz más importante por la defensa de los derechos humanos en toda América. Creo que él es un parte aguas en la historia de la defensa por los derechos humanos del mundo. Es una enseñanza también de lo que las religiones deben ser para el ser humano. No se trata de vivir pensando en abstracciones permanentemente. Hay situaciones en la realidad en las que hace falta que la religión tome partido. Hoy tenemos en América una Iglesia muy distinta, iglesias muy diferentes. Él es un permanente recordatorio de que hay posibilidades de mejorar las sociedades, eso significa Monseñor Romero.