Estreno en El Salvador, Martes 17 de Mayo de 2011 Palacio Nacional
Hora: 7:00 pm
Blanca Gómez Morera MÉXICO, D.F., marzo 2 (EL UNIVERSAL).- “El documental me obliga a vivir un universo muy a fondo”, dice el realizador mexicano, Everardo González, al hablar de su película “El cielo abierto”, que se presenta en el Festival de Cine de Cartagena.
Cuando a un cineasta lo intimidan los actores y la parafernalia de la industria, el resultado es un documentalista.
También cuando se responde a lo que a uno lo mueve: retratar historias de seres humanos por sobre cualquier intención.
Así se aproxima Everardo González a su propia narrativa cinematográfica, que tiene que ver con una formación apegada a la sociología y con su estilo de vida “de no poder quedarse sentado”.
La película que el cineasta mexicano presenta en el Festival de Cine de Cartagena se llama “El cielo abierto” y aborda el tema de monseñor Romero, el arzobispo salvadoreño asesinado a balazos en pleno momento de la consagración en la misa de Domingo de Ramos.
Cuando la guerra salvadoreña.
Con la esperanza de no quedar etiquetado como “un tipo que hace películas de curas”, Everardo se siente satisfecho con la respuesta de la audiencia aquí, donde aceptó hacer el estreno mundial de su película por ser un tema que toca a Latinoamérica.
“El documental —dice— me obliga a vivir un universo muy a fondo, en vez de imaginar las cosas como son.
” “El cielo abierto”, por ejemplo, le implicó tres años de alimentarse de El Salvador y su gente.
El director Everardo González logra conmover con su retrato de viejos hermosos, aún oprimidos y quizá, todavía, algo esperanzados.
Provoca también mucha ternura el planteamiento de la persona de Romero; su lucha y sus contradicciones, el papel que le tocó jugar en la historia —más líder social que otra cosa—, y cómo los acontecimientos rebasan a su discurso hasta que pierde por completo el control.
“El hombre sabía que lo iban a matar”, dice.
“De eso trata finalmente la película”.
Uno de los valores indiscutibles de El cielo abierto es el puñado de fotos, videos, sitios y entrevistas que el director mexicano junta y procesa para contar la historia.
Destino incierto Más allá del lugar que ocupe en la competencia oficial de documentales, Everardo no atreve a adivinar el rumbo de “El cielo abierto”.
“La mayoría de películas documentales son inciertas, son ellas las que te van empujando, pues no hay intereses de nadie atrás.
Nunca sabes qué va a pasar hasta que estrenas, ves la reacción de la gente y hasta entonces sabes si vive o no”.
En Cartagena parece que vive, como revive también la historia de su gestación: la universidad de Notre Dame encargó a Everardo el trabajo que conmemoraría el 30 aniversario luctuoso de monseñor Arnulfo Romero, que se cumplió en 2010.
Pero ellos pretendían un ángulo de la santidad del arzobispo, cosa que Everardo transgredió.
“Yo lo que quise fue tratar a Romero como figura”, dice el realizador.
“El impacto que causó en la gente.
Pero a los gringos, gringos al fin, les dio miedo la reacción de la Iglesia, y ya que había hecho todo, me corrieron de la película”.
Entonces vino el proceso desgastante de evadir abogados y refirmar condiciones y contratos hasta que Everardo logró, como él dice, secuestrarles el material y hacer la peli según su interpretación.
Se la debía a gente que le prestó sus testimonios.
Y se la debía a él mismo.
González, quien también fue el director de “Los ladrones viejos”, tiene muy claros los beneficios del género que ha elegido para expresar su arte.
“Con el documental no tienes todo el aparato que hay detrás de muchas películas, toda la prostitución del cine con la que la gente convive.
No tengo que esperar grandes financiamientos para arrancar un proyecto.
” Sin embargo, asume la soledad que conlleva del trabajo de manufactura.
Y también del final.
“Cuando acabas, sólo festejas con el sonidista”, bromea, no tan de broma.
Hoy Everardo ya espera en México el fallo del jurado sobre su película y el mes que viene la llevará al Festival de Guadalajara.
Lo siguiente: reconcentrarse en terminar su próximo proyecto, aún más desértico que los anteriores, pues literalmente sucede en el desierto de Coahuila, donde ha pasado dos años entre vaqueros.
Hora: 7:00 pm
Blanca Gómez Morera MÉXICO, D.F., marzo 2 (EL UNIVERSAL).- “El documental me obliga a vivir un universo muy a fondo”, dice el realizador mexicano, Everardo González, al hablar de su película “El cielo abierto”, que se presenta en el Festival de Cine de Cartagena.
Cuando a un cineasta lo intimidan los actores y la parafernalia de la industria, el resultado es un documentalista.
También cuando se responde a lo que a uno lo mueve: retratar historias de seres humanos por sobre cualquier intención.
Así se aproxima Everardo González a su propia narrativa cinematográfica, que tiene que ver con una formación apegada a la sociología y con su estilo de vida “de no poder quedarse sentado”.
La película que el cineasta mexicano presenta en el Festival de Cine de Cartagena se llama “El cielo abierto” y aborda el tema de monseñor Romero, el arzobispo salvadoreño asesinado a balazos en pleno momento de la consagración en la misa de Domingo de Ramos.
Cuando la guerra salvadoreña.
Con la esperanza de no quedar etiquetado como “un tipo que hace películas de curas”, Everardo se siente satisfecho con la respuesta de la audiencia aquí, donde aceptó hacer el estreno mundial de su película por ser un tema que toca a Latinoamérica.
“El documental —dice— me obliga a vivir un universo muy a fondo, en vez de imaginar las cosas como son.
” “El cielo abierto”, por ejemplo, le implicó tres años de alimentarse de El Salvador y su gente.
El director Everardo González logra conmover con su retrato de viejos hermosos, aún oprimidos y quizá, todavía, algo esperanzados.
Provoca también mucha ternura el planteamiento de la persona de Romero; su lucha y sus contradicciones, el papel que le tocó jugar en la historia —más líder social que otra cosa—, y cómo los acontecimientos rebasan a su discurso hasta que pierde por completo el control.
“El hombre sabía que lo iban a matar”, dice.
“De eso trata finalmente la película”.
Uno de los valores indiscutibles de El cielo abierto es el puñado de fotos, videos, sitios y entrevistas que el director mexicano junta y procesa para contar la historia.
Destino incierto Más allá del lugar que ocupe en la competencia oficial de documentales, Everardo no atreve a adivinar el rumbo de “El cielo abierto”.
“La mayoría de películas documentales son inciertas, son ellas las que te van empujando, pues no hay intereses de nadie atrás.
Nunca sabes qué va a pasar hasta que estrenas, ves la reacción de la gente y hasta entonces sabes si vive o no”.
En Cartagena parece que vive, como revive también la historia de su gestación: la universidad de Notre Dame encargó a Everardo el trabajo que conmemoraría el 30 aniversario luctuoso de monseñor Arnulfo Romero, que se cumplió en 2010.
Pero ellos pretendían un ángulo de la santidad del arzobispo, cosa que Everardo transgredió.
“Yo lo que quise fue tratar a Romero como figura”, dice el realizador.
“El impacto que causó en la gente.
Pero a los gringos, gringos al fin, les dio miedo la reacción de la Iglesia, y ya que había hecho todo, me corrieron de la película”.
Entonces vino el proceso desgastante de evadir abogados y refirmar condiciones y contratos hasta que Everardo logró, como él dice, secuestrarles el material y hacer la peli según su interpretación.
Se la debía a gente que le prestó sus testimonios.
Y se la debía a él mismo.
González, quien también fue el director de “Los ladrones viejos”, tiene muy claros los beneficios del género que ha elegido para expresar su arte.
“Con el documental no tienes todo el aparato que hay detrás de muchas películas, toda la prostitución del cine con la que la gente convive.
No tengo que esperar grandes financiamientos para arrancar un proyecto.
” Sin embargo, asume la soledad que conlleva del trabajo de manufactura.
Y también del final.
“Cuando acabas, sólo festejas con el sonidista”, bromea, no tan de broma.
Hoy Everardo ya espera en México el fallo del jurado sobre su película y el mes que viene la llevará al Festival de Guadalajara.
Lo siguiente: reconcentrarse en terminar su próximo proyecto, aún más desértico que los anteriores, pues literalmente sucede en el desierto de Coahuila, donde ha pasado dos años entre vaqueros.
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