Levantarte cada día para fotografiar. José Manuel Navia entiende la fotografía como un instrumento para reflexionar, necesariamente solo, sobre el mundo que nos rodea. Un experto en la antropología y la etnografía capaz de representar como pocas miradas, el acento de Barthes del punctum y de la incursión en esa huella manifiesta de lo real. Un lenguaje que es una manera de hablar del mundo, del entorno, del paisaje, del hombre. Por eso el fotógrafo es una mente proyectiva y la fotografía documental o reportajista necesita mucho de la experiencia del allí, de ese proyectarse y dejarse atravesar, casi como un flâneur baudelaireano, que se funde con ese lugar del que luego habla. que se quiera fotografiar, fundirse con él. El ámbito más fascinante es el del hombre y, especialmente, la huella del hombre y, especialmente, esos lugares intermedios donde el pueblo, la ciudad o el camino dejan de serlo y el territorio se convierte en algo nuevo e inesperado.
José Manuel Navia se interesó desde muy joven por la fotografía. Soñar con levantarse y que su dedicación fuera preparar y tomar fotografías para después revelarlas y entregarlas era algo con lo que, ya desde muy temprano, el madrileño fantaseaba. Paul Strand (y su antología en Aperture) marcó su vida para siempre y al terminar la carrera de filosofía entrará a formar parte de Cover, donde obtendrá gracias a un reportaje sobre el terremoto de El Salvador el premio Fotopress en 1987. La antropología, la huella de lo humano y sus proyecciones son el ámbito en el que bombea la creatividad documentalista de su fotografía.
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