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martes, 27 de marzo de 2012

Christian Poveda, mayo 2009: “Hay que negociar con las pandillas”

Opinión de Marvin Aguilar
La Página.com.sv

Me lo dijo de esta manera: Si existe entre los gobernantes de El Salvador una real voluntad de encontrar soluciones, tendrán que entender que no hay otra vía que establecer un canal de comunicación con los protagonistas de este conflicto social, con la determinación de alcanzar acuerdos de paz y abrir un camino hacia una conciliación social, con el fin de erradicar la violencia.
El cineasta está muerto, asesinado por las pandillas. Pero nunca como hoy sus palabras cobran vigencia, bueno, en países del tercer mundo las advertencias siempre serán actuales, latentes. De igual, él estaba seguro que este paso era difícil: Es evidente que en una región donde prevalece el machismo, no será tan factible establecer una paz sólida mediante un acuerdo y no por medio de la victoria de una de las partes, por muy aplastante que ésta sea. La experiencia del presidente hondureño Manuel Zelaya, luego de asumir el poder, en 2006, habla por sí sola. Durante su campaña electoral había prometido enfrentar la delincuencia de manera integral, con la represión, pero también con políticas de integración social. Su gobierno fue incapaz de poner en práctica la segunda parte del programa... y Honduras cuenta hoy con más mareros que cualquier otro país de América Central.

La imposibilidad de empujar todos hacia el mismo lado
La labor del vicario castrense Fabio Colindres es admirable, valiente y en mi opinión coherente con la labor pastoral cristiana. Su explicación del por qué intervino, además de incluir a un ex comandante guerrillero fueron impecables y diáfanas. Su intervención en el campo de los hechos fue de bisturí. Por supuesto que la mediación en cualquier sentido que fue, es exitosa. Se han logrado disminuir los asesinatos. Un pais que se auto define cristiano debiese ahora exigir en lugar de destruir lo logrado que se profundicen las acciones para evitar que este frágil, quizá temporal cese de homicidios se prolongue, se establezca como definitivo.

El cineasta franco-español por su trabajo en las zonas de alto riesgo llegó a comprender fácilmente las causas y desde luego que debe enfrentarse: Abandonados, los adolescentes encuentran en aquellas pandillas un lugar en el mundo, un sentimiento de seguridad, una comunidad que no hallan en ningún otro lugar. En contraste con la miseria y la inseguridad reinantes, los mareros no piden ni piedad, ni caridad, ni asistencia alguna. Sólo exigen su derecho a vivir dignamente para simplemente existir, amparados por los derechos constitucionales. Al contrario de los guerrilleros de los años 70 y 80 del siglo pasado, estos jóvenes rechazan toda ideología y expresan su rebeldía en una violencia al límite de lo tolerable para cualquier conciencia social.

¿Sólo los pandilleros hacen destrozos en nuestro país? Ellos son nuestros propios monstruos, los que hemos creado con nuestra doble moral. Una sociedad que se opone al aborto, pero que está de acuerdo con la pena de muerte para los delincuentes, que casi siempre son los pobres. Unos ciudadanos que hablan de valores, pero que al menor descuido se embolsan ya sea mediante licitaciones legales a favor de sus empresas, hurtos, robos al descuido cualquier cantidad del erario público o municipal. 
La actitud al comienzo del padre Rodríguez Tercero en Mejicanos, de igual la del padre Pepe en San Bartolo desde hace años, es la iglesia más cercana a la realidad, la cual está pendiente no solo del alma, sino del cuerpo, que es al fin de cuentas según el dogma el que nos envía o no al infierno. Fabio Colindres no hace más que cerrar con la inteligencia que otorgan 2,000 años de experiencia una participación ejemplar. 

Quizá muchos catolicos desconozcan que uno de los pilares que sostienen el dogma católico es el dualismo helénico, ese que hace que la ciencia y la fe puedan algunas veces sentarse a charlar como viejos amigos, hijos de una misma madre: la escolástica. Esa que permite el ecumenismo, una acción que no es más que el reconocimiento del otro, algo que le falta a nuestra sociedad, tan empecinada en lo formal, pero haciéndose los desentendidos en lo de fondo.

Mi solidaridad con las víctimas de la violencia.
Ningún crimen debe quedar impune y sin castigo. Eso es definitivo e innegociable. No debe dejarse de combatir y perseguir el delito desde donde proceda. Pero en vez de destruir un buen trabajo hecho por el clero católico debería enfocarse las baterías a que la FGR investigue y procese los casi 85% de crímenes que están sin ser judicializados. Que la Corte Suprema de Justicia depure los jueces, agilice y vuelva pronta la justicia para los desaparecidos y asesinados en El Salvador.
Los salvadoreños tan poco informados, susceptibles a actuar primero y pensar después, dispuestos a señalar lo malo, antes que lo bueno, engañados con las maneras de resolver las dificultades cotidianas se han propuesto confundir una disminución de homicidios con la claudicación de la patria. ¿Qué cristianismo ha vuelto intolerantes a los salvadoreños? 

¿Cuánto cuesta la paz? ¿Cuánto la guerra? Muchos, estas pragmáticas preguntas no se las hacen, los que opinan en contra del esfuerzo del caso que nos ocupa de una entidad como la iglesia católica. La otra salida era: formar un batallón que asesinara pandilleros: 64,000 posiblemente; más asesinatos selectivos en sus familias que comenzarían a protestar por la limpieza social en cárceles y calles, que en promedio son cinco por cada uno de los asesinatos programados: 320,000 salvadoreños. ¿Nos gusta el genocidio? 

Mienten quienes sostienen que El Salvador de antes era pacifico, nuestra historia está llena de violencia y represiones más violentas. La idea de inventarse el primer grito de independencia se hizo con la intención de refundar la nación que venía de un siglo de guerras entre liberales y conservadores, antes había habido otras por unificar lo que ahora llamamos El Salvador.

Se equivocan quienes atacan el descenso de homicidios, tuercen la realidad los que conjeturan con las concesiones humanitarias o gestos de buena voluntad. Lo que debiesen exigir, todos, ahora que es posible una disminución de la violencia es comenzar a construir la seguridad con trabajo para los jóvenes, Poveda lo explicaba así: Con toda certeza, una decente inversión de las ganancias en mejores políticas sociales empresariales aumentaría el poder de compra de los salvadoreños, generaría nuevas fuentes de trabajo y tendría, al mismo tiempo y por consecuencia, repercusiones positivas sobre la inflación.

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